DIEGO MARADONA, IN MEMORIAM

Ha fallecido Maradona. La zurda que tuvo hipnotizada a toda mi generación.. Y por eso veo oportuno recuperar parte de la carta que le escribí hace unos años:

Estimado Diego:

Naciste el mismo año que yo, y con la misma pasión por el fútbol. Lo que pasa es que viniste de otro planeta, y por eso yo me quedé en barrilete, y tú en cósmico. Deslumbraste al mundo desde juvenil, y regalaste a la Argentina un lustro de ensueño en Argentinos Juniors y en Boca. Estabas sano como una manzana, y firmabas obras de arte cada partido a pesar de los sembraos en los que te enfrentabas contra leñeros vocacionales. Enseguida te diste cuenta de que eras el centro del universo, a pesar de la putada que te hizo Menotti al dejarte fuera del Mundial 78, cuando eras mejor que Kempes y todos los demás juntos. Te ví en directo por primera vez en un amistoso con Boca en la Romareda. Tenías 21 añitos y ya salías al campo aparte de tus compañeros para acaparar los focos de la prensa. Sólo verte calentar ya era la hostia. Luego no pusiste mucho empeño porque el partido era recaudatorio sin más. Pero en efecto, ejercías de "líder"... Curiosa palabra, y complicado concepto. ¿Qué es un líder?

En mi opinión, los humanos formamos grupitos en todos los ámbitos, y en cada grupo hay alguien que destaca por su capacidad intelectual, verbal, o simplemente por su carácter, y se sabe hacer escuchar, y convence al resto del camino a seguir cuando hay que elegir. En tu caso, como a muchos de nuestra generación, la convivencia con chavales más que conflictivos en los barrios donde crecimos, forjó tu carácter, y siempre supiste combinar la admiración que despertaba tu zurda, con ese punto de "Capo" que te ha ido siempre como anillo al dedo. Por tanto, ejerciste de líder en toda la extensión de la palabra. Y puedes presumir de eso. Ni te cuento la santificación que supuso el Mundial 86, y lograr el Scudetto dos veces para una ciudad en la que encajabas como un guante. Esa combinación de revancha de las Malvinas + beatización a la napolitana te convirtió en uno de los iconos más indiscutibles de la historia del deporte, y así figurará en los libros para siempre. Es imposible despertar más adoración que la que componen derrotar a Inglaterra tras la guerra, y llevar a la cima de Italia al Sur contra el todopoderoso Norte. Nadie podrá igualar esa mezcla de triunfo y emoción colectiva, que llevaste a niveles imposibles de superar.

Pero ocurre que nadie es perfecto. El extraterrestre al que todos admiran, una máquina de generar dinero, empezó a complicarse la vida. Y llegan diversos momentos en la vida en los que los fallos te pasan factura. Y no me refiero al affaire Gentile en el Mundial 82, que hasta yo le hubiera sacudido tras tantas patadas. Hablo de toda esa cuadrilla que mantenías en Barcelona tras pasar, dicen, una hepatitis, y no digamos tras ser atropellado por ese carnicero que era Goiko, al que le salió gratis lo tuyo y lo de Schuster.  Si se lo hace al pobre Juanito, hubiera ido a la cárcel directamente. Pero es cuando vienen mal dadas cuando se tiene que dar la talla. Y resulta que en el Barça tú no la diste por los avatares físicos en buena parte, y porque empezaste a enredar con la vida. Fueron muchos meses en casa con una pandilla de vividores. Aun así dejaste momento inolvidables como el gol desde 25 metros de vaselina en Belgrado, o el que empotraste al pobre San José contra el poste en el Bernabéu. 

Pero eras joven, fuerte, y tenías hambre de mostrar tu condición de extraterrestre en Europa. Y la rompiste en Italia. Los que te adorábamos por tu magia te seguíamos con devoción en tus exhibiciones épicas con el Nápoles ante la Juve o el Milan. La simbiosis de tu carácter con los lugareños fue total. Te pusiste las pilas para bien y para mal, pero al menos llegaste al Mundial 86 como una moto, y los hados del destino se juntaron para que, aparte de hacer el mejor Mundial que nadie haya hecho jamás, el bilardismo más pertinaz te diera la oportunidad de alzar la Copa del Mundo en el momento en el que la Argentina lo necesitaba para respirar. Impresionante esos 8 partidos, y el bienio posterior en Italia, que no en Copa de Europa, donde nunca luciste de acuerdo a tu categoría... A partir de ahí, aparte de chispazos como el famoso pase a Caniglia ante Brasil en Italia 90, ya estabas en otra dinámica que no quiero recordar. La gente lo simplifica todo y piensa que tú te paseabas con la albiceleste, sin saber que México 86 fue tu único logro en la absoluta, y que llegabas a esa cita con la prensa ché sacudiéndote hasta en el cielo de la boca. Desde el 87 en adelante, te paseabas sobrevolando el mundo como un mito, pero regalando magia con cuentagotas... Decidiste disfrutar más fuera que dentro, y hay que respetarlo, más allá de tus flirteos con infectos dictadores comunistas.

 

Diego, para mí, fuiste el mejor futbolista de la historia hasta que surgió Messi. Tu muerte prematura no cambia mi opinión al respecto. Pero eso es en lo meramente deportivo. Como mito más allá del deporte, Leo y el resto son enanos a tu lado pues, aunque Cassius Clay también fue más allá del boxeo, no ha existido ni creo que exista en el futuro nadie en la historia del deporte capaz de levantar la moral de tantos millones de personas como tú lo hiciste con tu país y con media Italia. Y lo grandioso es que lo lograste sin más arma que esa zurda mágica que Dios te dio, y que nos cautivó y nos tendrá enamorados a todos los amantes del fútbol por los siglos de los siglos. Y es que al arte no muere jamás. Y tú fuiste eso, puro arte. Por eso ya eres eterno.  Descansa en paz Dieguito