BARÇA: DE AQUÍ A LA ETERNIDAD

Daría un potosí por robar el alma de Cervantes un ratito para desparramar en este folio el castellano más rico, el que merece ese escuadrón de caballeros andantes en que se ha convertido este Barça de Leyenda, en el que este equipo comandado, sí, por varios chavales de la Masía, desafía a ese ejército de sicarios de los medios, empeñados en despertarnos a todos los amantes del fútbol arte de este sueño que no tiene pinta de terminar. Pero como Dios no me dotó de pluma para emular a Don Miguel, os tendréis que conformar con este torpe redactor de opiniones, que al cabo me apetece verterlas, y más que agradecido debo estar por que haya quien me lea.

No era tan clara la roja

La Final de Copa 2016 ha sido muy distinta a todas las demás. El Barça ha fulminado a sus rivales de forma inmisericorde en casi todas las finales que ha jugado, y desde luego jamás se ha tenido que poner a defender como ante este Sevilla crecido. El inicio del partido fue similar a muchos otros. Hace mucho que al Barcelona le salen a jugar parapetados en líneas infranqueables al principio. Los primeros minutos los rivales están fuertes como robles, y aparte de lo complicado que es romper cerrojos, tienen energía para soltar latigazos aislados en balones aéreos o en contras relampagueantes. El Barça cometió un error infantil al ir Piqué a la lucha con Iborra en la jugada del penalty. Era Busquets quien debía acudir a esa pugna con el gigantón, para no dar lugar a un uno contra uno innecesario. El error del Jefecito no fue agarrar a Gameiro, sino olvidarse de dar un paso adelante para dejarle fuera de juego. El árbitro sacó una roja correcta pero rigurosa, pues corrían prácticamente a la par. Si llegan a echar a Rami por una jugada similar con Suárez, se arma la de San Quintín en la Mafia cavernaria.

Hasta ese momento, era Messi, como siempre, quien hacía temblar a la Sevilla toda cada vez que cosía la bola a su zurda. En ese ratito, Iniesta empezaba a afinar su violín poco a poco, pero Ney no podía con Mariano, y Alves estaba torpón, lo que dejaba a Suárez sin alimentación. Con esa ecuación, y dado que el Barça habita en campo rival, Gameiro tenía más peligro que una piraña en un bidet. La salida de Masche generó un impasse raro, que debía resolverse en el descanso. Ocurre que en estos casos se suele quitar un delantero para meter otro defensa, pero aparte de que el Barça es el Barça, pues a ver quién es el chulo que sienta a uno de la MSN.. Lucho sacó del campo a Rakitic, en mi opinión mal hecho. Pero Ney debió prometerle por el niño Jesús que se iba a dejar los cuernos defendiendo, y que nadie olvide que lo que hizo el brasilero antes de lucir, fue un derroche de pundonor impresionante, aunque insuficiente para tapar agujeros de verdad. 

Inmenso Piqué

El acoso del Sevilla, con más fuerza que brillo, fue tremendo, pues Lucho se la estaba jugando al mantener a los tres de arriba. Y aunque el uruguyo se rompió, en vez de sacar un pulmón como Sergi Roberto, puso en juego a Rafinha, algo inexplicable para mí, pues es un superclase no indicado para bregar en inferioridad. Fue por eso que ese cambio no varió el decorado, y el Barça las siguió pasando putas. Ahí Piqué demostró al mundo que cuando un equipo está aculado en tablas, lucir defendiendo es coser y cantar, porque lo jodido es defender con 40 metros a tu espalda. Exactamente lo contrario que le pasó a Gameiro, a quien se le hizo de noche al verse sin espacios. Los sevillistas bombardeaban con centros y con algún  pase filtrado por abajo. Piqué estuvo excelso, espectacular, y además bien acompañado por un tipo del que muchos se reían y que es un central zurdo acojonante: Mathieu. Va de cine por arriba, y es rapidísimo. Si el Jefecito no fuera un fenómeno de la naturaleza, el equilibrio defensivo sería la suma de Piqué + Mathieu, que es lo suyo.

Da lo mismo cuántos sean... Este hace magia

Y aparte de Piqué, y del traje de faena que se puso absolutamente todo el mundo, emergió de nuevo la figura de Don Andrés Iniesta. Es el jugador más ingrávido que he visto en mi vida. Fluye como si su cuerpo fuera líquido. Se derrama entre rivales, porque conoce los secretos del contrapié, del reprís, y del cambio de ritmo, armas con las que rompe cinturas de tres en tres. Por muy jodida que esté la cosa, todos saben que darle la bola es como guardarla en una caja de  seguridad. Por muy acelerado que esté el partido, Andrés es un sedante que paraliza el tiempo cuando los nervios asoman... Y cuando ha anestesiado a los que, ilusos, pretendían robarle el balón, acelera con dirección a la yugular del área, y consigue superioridades letales. Si tuviera el mismo talento cuando pisa el área, podría discutir la supremacía con Messi. Aun así, es uno de los centrocampistas más trascendentes de todos los tiempos, el mejor jugador que ha parido España junto a Xavi, y la pareja ideal del ET más decisivo que ha tenido el fútbol. Por si fuera poco, Iniesta juega todas las finales a un nivel que está fuera de este mundo. Maravilloso Andresito. Eterno.

El tipo más decisivo de la historia de este deporte

Pero que los árboles no os oculten el bosque. De la misma manera que hace una semana el MVP de la Liga era Suárez por cuestión de números, cada vez que Iniesta da un recital, y este año ha dado bastantes, un ejército de tipos a sueldo inflaman el tema para ningunear a Messi... Y es que cobran por pintar a CR7 de Balón de Oro, que ya hay que tener jeta. Pero desmerecer a Leo resulta imposible. Porque todos los ríos del fútbol desembocan en este fabricante de goles propios y ajenos, el orfebre al que le da igual firmar sus obras en campo propio o en el área pequeña. El hombre que aguanta impasible faltas que arbitruchos como el pajarito de la final dejan sin castigo. Ese es Messi. El que abre todas las puertas, aunque estén cerradas con siete llaves. El que lo mismo te mete un pase de 30 m a Alba para que el balón se frene al botar, que detiene el espacio y el tiempo en una baldosa para dar un pase a Ney que es una obra de arte, otra más. Ha sido el hombre decisivo en los 28 títulos que ha conseguido con los 28 añitos que tiene... Casi nada.

No quiero acabar esta crónica sin mencionar el alarde de clase, velocidad, regate y huevos que nos regaló Neymar en la 2ª parte y en la prórroga, tras defender como un poseso. Fue un puñal imparable. Tiene una velocidad espectacular. Y sabe cerrar las finales, que no está al alcance de cualquiera. Es el ejemplo de jugador especial al que se le puede perdonar que no tenga el día, pues no renuncia a su juego, que es el más difícil que hay, el de driblar, desbordar y romper líneas.

Ney, a caballo del nº 1

Con todo, chapeau al EQUIPO.  Bajar a la tierra a la lucha cuerpo a cuerpo, a apretar los dientes, y a perseguir cada pelota como si fuera la última, ha supuesto sustituir parte de esa estética inimitable por un chute de orgullo rebelde contra un destino que parecía alinearse en el bando sevillano cuando Suárez lloraba como un crío en el banquillo. Pero hay algo que ningún otro grande de Europa podrá alcanzar a golpe de cheque, por más que lo intente, porque se basa en espíritus que proceden de la infancia. Leo y Andrés, al igual que Xavi en su momento, juegan como en el recreo, porque les han dejado hacerlo así desde niños. Piqué sigue siendo el grandullón sobrado de técnica y recursos para defender a sus compañeros. Y Busquets nació con un GPS interno muy especial, que le anuncia las coordenadas de ubicación de la pelota con unas décimas de segundo de antelación. Ese núcleo es energía en estado puro. Y alrededor de esa gente tan especial es donde crecen los jugadores que llegan de fuera y caen rendidos a algo que, en el mejor de los casos, tardará siglos en volverse a ver.

En fin, ahí seguimos, en ese fin de ciclo que no termina nunca. Un sinvivir oyes.