PUYOL…MI CAPITÁN TRUENO

Este ramillete de párrafos es un homenaje a Puyol, una forma tardía y torpe de rendir mi admiración a ese jugador que muchos no han respetado como debieran, y me incluyo. Porque es muy fácil quedar cegado por el brillo de las docenas de jugadores blaugrana con cuyas cabriolas imposibles uno ha soñado desde la adolescencia. Porque luce más un momento de inspiración de los muchos genios que han aterrizado en el Camp Nou,  que un curso de colocación, liderazgo y  entrega de un tipo honrado consigo mismo, con los compañeros y los rivales…Pero una cosa es lucir, y otra importar. Y Carles Puyol es uno de los jugadores más importantes de la Historia del Fútbol. Tal cual.  

Cuando yo era un crío, recuerdo la ilusión con la que, cada Martes, bajaba en el tranvía a la Librería General, en el centro de Zaragoza, a por cada nuevo capítulo de las aventuras del Capitán Trueno. Era una edición encuadernada en tapa dura, en la que me gastaba sin pestañear la propina de toda la semana de mis padres, de mi tía y de mi abuelo. Era tan importante para mí, que tenía “amenazada” a una prima mía, que trabajaba en dicho establecimiento, para que me reservase cada ejemplar como si fuera oro molido. 

Nunca hubiera imaginado que hoy, en mayo de 2012, el Capitán Trueno todavía se mantuviera, erguida la figura, a lomos de su caballo, con su inagotable energía presta para hacer el bien y extirpar el mal…Pero ahí está, redivivo en la figura del auténtico Capitán y alma del Barça y de la Roja. Cuan héroe medieval pero a cara descubierta, inmune al paso del tiempo, con su cuerpo como único escudo, cabalgando en su propia mentalidad, tan humilde como invencible, tan silencioso como exuberante en su entrega. Oficial y honorable caballero.

Ese hombre tranquilo que trasmite una seguridad impagable a quienes, en el campo, tienen la suerte de habitar en la amplísima zona de influencia que él magnetiza con su sola presencia. Como si hubiera sido iniciado en un rito mágico en el que se le rebelaron todos los secretos del “defensa perfecto”, en sus múltiples facetas.

    

Porque Puyol es un muro infranqueable cuando hay que neutralizar chuts a bocajarro de auténticos depredadores del gol. 

Porque es el dibujante de líneas imaginarias que movilizan a su equipo hacia adelante, fronteras que contrario alguno osa traspasar sin infringir las leyes.  

  

Porque es capaz de anular a cualquier estrella del fútbol mundial sin plantearse siquiera hacer una falta.

Porque, sin ser un virtuoso del balón, jamás deja abandonado a un  compañero y siempre se ofrece para darle una salida.

Porque si algo o alguien falla, su velocidad convierte ese inmenso territorio que queda a sus espaldas en un espacio imposible de violar para adversario alguno. 

Porque un grito suyo hiela la sangre del ejército rival, a la vez que hace hervir la de sus soldados.

Porque no existe delantero en el mundo que no tiemble al sentir su mera presencia, aunque sepa que Puyol jamás va a agredir a nadie, y las más de las veces ni a rozarle.

Este tipo es una roca, pero dotada con el don de la flexibilidad. Ya hace mucho tiempo que alcanzó la categoría mítica de los Baresi o Maldini, y con ella el respeto reverencial del Universo todo. Y la culminación de su carrera llegó en Sudáfrica, con ese gol que, si yo tuviera que escoger, sería el más importante de la historia del fútbol español. Y no lo digo por pintar un halago exagerado, sino porque lo pienso desde entonces. Porque, al contrario que a gran parte del pueblo español, resultadista sin ambages, a mí no me convenció la Roja de Del Bosque. Y su pertinaz encaje de Xabi Alonso en medio campo hizo que la Pilarica tuviera que aparecer en forma de Villa las más de las veces y de Iker otras…

Pero tras tanto fútbol desperdiciado por la tozudez del seleccionador, los alemanes osaron retarnos a jugar fútbol ofensivo, justito el día en que Don Vicente tuvo la lucidez de apostar por Pedrito, que se bastó para descalabrar a las dos Alemanias fusionadas. Tal era la exhibición, que la Virgen se retiró a su morada… 

Y entonces apareció Puyol, elevándose entre las líneas enemigas, rizos al viento, sosteniéndose en el aire en el salto más inmortal de nuestra vida, mientras compañeros y contrarios se rendían a las leyes de la gravedad…Y desde esa altura a la que solo llegan los elegidos, mi Capitán Trueno cabeceó ese balón sedado por Xavi con tal convicción, con tal fe, con tal energía, que el mundo descubrió, por fin, que España era el equipo más fuerte, porque jugaba como solo el Barça es capaz…y porque tenía un hombre con un Corazón que no es de esta época, sino que procede del alba de los tiempos.

Ese gol otorgó un halo de invencibilidad que España no había tenido jamás. Ese salto de Puyol elevó la confianza del pueblo español en su equipo hasta límites jamás alcanzados, y me llevó, nos llevó, hacia un lugar que yo desconocía hasta ese momento, ese Coliseo virtual en el que uno sabe que tiene a los luchadores más hábiles, pero también al gladiador más fuerte al que todos seguirán sin desmayo. Y la rúbrica a tal hazaña la puso Andresito Iniesta...

Dijo Víctor Mora, creador del Capitán Trueno:

“Los caballeros “sin miedo y sin reproche” de la Edad Media, siempre dispuestos a defender damas en peligro, a "desfacer entuertos" y a llevar la justicia allí donde no la hubiere, fueron los héroes favoritos de mi infancia y adolescencia”. (También lo fueron de la mía). “Como lo fueron, más tarde -aunque ya no llevaran cotas de mallas, ni montaran en briosos corceles, ni ciñeran espada-, los que siguieron encarnando, a pecho descubierto si hacía falta, los claros valores de la libertad frente a la tiranía”...

Y añado yo, los valores de la verdad contra la hipocresía, de la honestidad contra la doblez, de la grandeza total contra la falacia de la propaganda a sueldo, que pretende entronizar a tipos que jamás alcanzarán esa “Isla de Thule” reservada a los elegidos. 

¡Ave Puyi!, los que te van a extrañar te saludan.